
Imagina por un momento.
En plena presentación de la última generación de Xbox, Microsoft anuncia que su
nueva consola tiene como característica estrella que también es capaz de leer
los juegos de la generación anterior de su gran rival, la PlayStation 3. Esta
última perdería de un plumazo todas sus exclusividades, y Xbox One pasaría a
tener un catálogo mucho mayor que su enemiga. Y seguramente, reventaría el
mercado, quitándole mucha cuota a la consola de Sony. Esto, que hoy parece un
desvarío y un imposible, ocurrió en cierta forma hace más de 30 años. Claro que
en lugar de la Xbox One de Microsoft y la PlayStation 3 de Sony hablamos de la
ColecoVision de Coleco y la 2600 de Atari.

En sus cinco primeros
meses de vida, finalizada la campaña navideña, se habían vendido más de 500.000
unidades de ColecoVision en Estados Unidos. Más adelante, CBS Corporation
comenzó a distribuirla fuera de Estados Unidos. En poco más de dos años, esta
consola llegó a vender más de 6 millones de unidades. Y aquí volvemos al
principio, al origen de esta historia: el Caballo de Troya que escondía esta
consola con el adaptador para juegos de Atari 2600, la consola presentada cinco
años antes que fue sustituida en el mismo año 1982 por la Atari 5200.
¿Cómo se consiguió esta
compatibilidad? Con un cartucho especial llamado Expansion Module #1
distribuido por la propia Coleco. Por supuesto, Atari les demandó por esto ya
con el primer asalto perdido, pues las unidades vendidas ya estaban en las
casas de los consumidores y sería imposible, de ganar el juicio, una normativa
retroactiva.
Pero el segundo asalto
fue peor: el juez estimó que no se había infringido propiedad alguna ya que los
componentes eran comunes, no diseñados por Atari. Así que ColecoVision logró el
mayor catálogo que nunca ninguna consola había tenido hasta entonces, y además
consiguió hacerlo de una forma legal. En vista de su victoria, Coleco volvió a
hacer gala de muy poco respeto por los derechos de autor y lanzó un clon de la
Atari 2600 llamado Coleco Gemini.
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